lunes, 20 de mayo de 2013

RAFAEL GONZALEZ ECHEGARAY Y EL PUERTO DE SANTANDER




 Rafael González Echegaray es uno de los montañeses más ilustres del siglo XX. Enamorado del mar, fue oficial de la Marina Mercante en plena guerra mundial. A la vez que navegaba finalizó los estudiios de Derecho, especializándose en el Marítimo. Dirigió la Compañía Transatlántica, presidió la Diputación Provincial de Santander, fue Gobernador Civil de Tenerife y Procurador en las Cortes Españolas. También fue Delegado Provincial del Ministerio de Educación y Ciencia y bajo su presidencia al frente de la Diputación Provincial gestionó los convenios que hicieron posible el Hospital Valdecilla, la Universidad de Santander, el laboratorio oceanográfico o el Museo Marítmo del Cantábrico. Dejó una importante obra escrita relacionada principalmente con el mar. También fue autor de cientos de artículos para la prensa o publicaciones de la Armada. A destacar, "Cincuenta años de vapores santanderinos" (1951), "Las tres Comillas" (1961), "Naufragios en la costa de Cantabria" (1963 y 1976), "La Marina cántabra desde el vapor" (1968), "Capitanes de Cantabria" (1970), "Por más valer" (1972), "La Marina Mercante y el tráfico marítimo en la guerra civil" (1977), "Balleneros cántabros" (1978), "El Astillero de San Martín" (1979), "Un retazo de historia santanderina" (1981), "Tres remolcadores" (1982), "Escala en Vigo" (1983) y "Crónica del Real Club Marítimo de Santander" (1984).




En 1960 se publican bajo el título "Resaca. (Por las machinas)" varios de los artículos que empezaron a aparecer en el diario del Movimiento ALERTA en 1950. Eran "crónicas de la mar y de los barcos que llevaban, al margen de las noticias de agencias, la inquietud del pulso diario de nuestra bahía y el comentario a los sucesos del mundo marítimo". Lo que comenzó como una serie de artículos acabó siendo una sección fija del periódico con carácter semanal. Recuerdos de idas y venidas, barcos que visitaban nuestra bahía, su historia, sus circustancias, el puerto de Santander y sus dragas y remolcadores; los muelles y cargaderos; inesperadas visitas; los Peñas y los Ríos; los distintos pabellones; las flotillas francesas y los percances, todo ello en un estilo impecable, envolvente, entrañable y de embriagadores perfumes salinos.
Los distintos Santander, los distintos Castillos, los Puentes, de tanto arraigo en nuestro puerto y que enrbolaron el pabellón blanquirojo de la Capitanía de Santander, y como no, los Cabos, el Quintres, antiguo Mouro, que se perdió a siete millas del Cabo Machichaco. Bajo bandera azul de la Vasco-Andaluza navegaron el Cabo Machichaco, excelente buque protagonista de la peor tragedia de la ciudad de Santander al explotar su carga de dinamita mientras estaba amarrado en el muelle de Maliaño de la capital, haciendo su cargamento de hierros y raíles de improvisada metralla. en 1893 y ocasionando 600 muertos y casi un millar de heridos. En 1947, con motivo de las obras del muelle de bloques fueron extraidos los últimos restos del barco y depositado su pantoque sobre el muelle de Albareda donde los santanderinos pudieron observar maderas perfectamente sanas y roblones de un azul intacto consecuencia de la calidad de su construcción. El primer Cabo Mayor, que se perdió en el cabo del mismo nombre que guarda la entrada al abra del Sardinero en 1886, quedando empotrado en Mataleñas sobre las rocas. A finales de los cincuenta un buzo extrajo su campana del castillo. El segundo Cabo Mayor sería torpedeado por un submarino alemán en el Golfo de Cádiz en 1942 luciendo para entonces el nombre de Navemar. El Cabo Quejo, Gemelo del Peñas, acabaría en el desguace.
"Resaca" supone la inmersión en un mundo ya extinguido pero imperecedero en el imaginario popular. Un lenguaje marinero que nos transporta a los puentes de los viejos cargueros que subían hacia la Orconera y más de cincuenta años después, un placer para los sentidos que se empapan del más genuino "montañesismo".
Rafael fue también de una obra emblemática donde se recogen todos los siniestros y naufragios ocurridos en la costa de Cantabria, un alarde de conocimientos y datos y hoy de referencia. Los modernos sistemas de navegación han hecho que afortunadamente las noticias sobre tragedias marítimas sean una rareza pero hasta no hace mucho tiempo, el tránsito por la costa cantábrica en general y la entrada a la bahía santanderina en particular fueron tareas ciertamente peligrosas.
En próxima entrada vicisitudes de los buques perdidos en nuestra costa durante el período rojo en La Montaña de la mano de Rafael González Echegaray.



El Cabo Mayor incrustado en el cabo Mayor



martes, 14 de mayo de 2013

SAGARDIA HABLA DE LA 1ª BANDERA DE PALENCIA





Detalle de la cruz en memoria de la 1ª Bandera de Falange de Palencia en el puerto de Carrales


En abril de 1937 los ataques rojos en el sector de Sargentes iban perdiendo intensidad pero continuaron. Pronto el sector de Bricia se convirtió en escenario de duros combates, Espinosa, Barrio o Cilleruelo conocieron de primerísima mano lo que es la guerra. En su afán de cortar la carretera de Burgos a Santander en el sector que defendían las fuerzas de Sagardía para evitar que los rojos del norte pudieran caer sobre la capital castellana, la zona de La Lora y Carrales llegó a ser un verdadero infierno. No es este el lugar para relatar todas las acciones desarrolladas en esta campaña, sólo repararemos en la que tuvo como protagonista a la 1ª Bandera de Falange de Palencia y lo haremos por boca del Comandante en Jefe de aquellas tropas, el entonces Coronel Antonio Sagardía Ramos. Tiene la palabra:


El páramo de Bricia desde el monumento a la Columna Sagardía


"...Con los datos que había adquirido en esta exploración decidí la operación que se había de desarrollar en la madrugada siguiente. Ya había llegado la Bandera de Palencia, con una presentación magnífica. Hombres de Castilla enjutos, fuertes y con deseos de pelear; mandados por el Comandante Velloso, se los llevó al cercano pueblo de Campino, donde se alojaron. La artillería, compuesta por las dos baterías citadas anteriormente, más una que había llegado de 105 de montaña, la coloqué cerca de Campino, y ya cuando la noche empezaba me retiré a mi puesto de mando de Escalada, a redactar la orden para el ataque del día siguiente. Enviada ésta a las diversas unidades y estando despachando todas las disposiciones para los servicios, cerca de la medianoche el teléfono me llama angustioso para decirme que Espinosa de Bricia acababa de caer en poder del enemigo. ¿Qué había pasado? Al retirarme de la línea de fuego por la tarde, el pueblo se sostenía valientemente. El enemigo había cesado en su fuego. También él tenía que descansar, después de cuatro días de ataques incesantes; así es que la noticia me llenó de confusión. marché inmediatamente a Campino, y allí me confirmaron la noticia, traida desde Cilleruelo. Por lo visto, la guarnición, muy diezmada y en un estado de fatiga grande, se había replegado sobre Cilleruelo. El enemigo mismo no se dio cuenta de la retirada, pasando los nuestros entre los batallones que sitiaban Espinosa. Los heridos y enfermos fueron evacuados, unos en camillas y otros a hombros de sus compañeros.
La situación táctica había cambiado, Mi primera decisión fue cambiar de asentamientos la artillería. Libre el enemigo de Espinosa, los batallones que tenían sitiando al pueblo quedaban en libertad para atacar por el sur de Cilleruelo hacia la carretera. Era una temeridad tener la artillería tan cerca. Inmediatamente se empezó el traslado de las tres baterías, que hubo que asentarlas en las lomas al norte del pueblo de Turzo; así, aunque el enemigo llegase a la carretera, la artillería quedaba a salvo; esta suposición yo nunca creí que llegase, pero la prudencia hace que se pasen todas las probabilidades.
También a las fuerzas hubo que cambiar la hora del ataque; pues aún suponiendo que a la artillería la consiguiéramos asentar para antes del amanecer, hora que se había fijado para el ataque, era necesario preparar los datos de tiro con precisión, no bastando hacerlo por el plano, teniendo en cuenta que las tropas nuestras y las del enemigo iban a llegar al contacto, para lo cual era necesario esperar a la luz del día.
Marché con las baterías a enseñarles las posiciones nuevas, que yo conocía perfectamente, dejando al Comandante Velloso la orden, modificada en el sentido de que no iniciase el ataque hasta que yo le diese la orden, que sería cuando la artillería estuviese dispuesta.
La Bandera de Palencia poco durmió esa noche. Sus hombres venían precedidos de fama de valientes y querían confirmar esa fama en el próximo combate. La impaciencia hizo que antes de la hora prevenida ya estuviesen sus hombres de pie y marchasen hacia su base de partida a las dos de la madrugada. Como no conocían el terreno, soldados de mi columna les guiaban, pero antes del amanecer, que en esos días dde mayo son tan tempranos, ya estaban colocados y dispuestos para el avance. ¿Qué pasó después? No se puede saber, porque los que podían contarlo murieron. parece ser que la impaciencia de los hombres contagió a sus jefes, y la Bandera, enardecida, sin esperar la hora que la artillería había de ayudarla, empezó el avance. La fatalidad hizo que en el mismo punto los rojos, libres de la pesadilla de Espinosa, habían decidido atacar a nuestras líneas. Dos batallones rojos, voluntarios de la FAI, a la misma hora y en el mismo punto avanzaban hacia nosotros, y justamente cuando empezaba a clarear el día se verificó el combate de encuentro.
El choque fue espantoso. Pocos disparos de fusil, algunas bombas de mano y el cuerpo a cuerpo; la Bandera de Palencia hizo honor a su fama luchando con un enemigo más numeroso y quedando sin mandos, por haber caido muertos o heridos todos sus oficiales. Pronto llegó la noticia a mí. Estaba terminando de ver la colocación de la artillería, y a caballo, a través de los campos, en unos minutos llegué al sintio del combate, bien oportunamente por cierto, pues los heroicos muchachos de la Bandera de Palencia, sin oficiales, tuvieron un momento de vacilación. Al verme llegar vinieron muchos hacia mí llorando y pidiendo vengar a su comandante, a quien tanto querían y a sus oficiales. les dirigí unas cuantas palabras enérgicas y les ordené que me trajeran los cadáveres de su comandante, capitanes y tenientes; oído lo cual y enardecidos por mis palabras se lanzaron al enemigo, lo rechazaron, tomaron alguno de los puestos de donde habían partido los rojos, hicieron algunos prisioneros y a mí me dejaron a los pies el cadáver del comandante Velloso, del capitán Pérez Cuadrado y de otros oficiales que en esta mañana de mayo, radiante de sol, habían dado su vida por la Patria. El combate continuó; no olvidaré jamás aquella mañana luminosa. la brisa movía los revueltos cabellos de los oficiales tendidos delante de mí. Pasaban los heridos a pie, ayudándose unos a otros, cubiertos de sangre: se acercaban a ver sus oficiales muertos, lanzando imprecaciones, gritando venganza; cuatro prisioneros que yo estaba interrogando tuve que cubrirlos con mi cuerpo, porque en su desesperación querían matarlos; los médicos no podían curar a tantos y todos querían ser los primeros en curarse, para volver al combate, que a cien metros de este cuadro llegaba a su fase culminante.
Mediada la mañana el combate fue languideciendo, y poco a poco terminó por agotamiento de los dos bandos. La Bandera de Palencia había pagado caro su heroísmo, pero los dos batallones rojos quedaron deshechos.
Unos y otros nos dedicamos a retirar nuestros muertos y heridos.
El combate había sido bien sangriento, como sucede siempre en los de encuentro cuando las tropas son valientes. Nuestra artillería, en cuanto se hizo de día y pudo tomar datos, entró en fuego, castigando al enemigo en su retirada y ayudando a quebrantarle, evitando que volviese al ataque, pues en la situación en que había quedado la Bandera de Palencia hubiera sido peligroso. Por la tarde se retiró la Bandera de línea y marchó a Venta de Orbaneja para rehacerla y darla nuevos mandos. En los combates de estos primeros cinco días de mayo tuvo el enemigo 1.800 muertos
Los rojos se atribuyeron como una victoria el resultado del combate del 5 de mayo, publicando su prensa que el General Mola había sido derrotado cerca de Burgos.
No; no fue una victoria para ellos: ñas líneas quedaron igual que antes del combate, con la sola diferencia que el terreno comprendido entre ellas quedó empapado en sangre y dolor de una juventud que su destino trágico les hacía enfrentarse, unos para salvar a España, otros para hundirla..."

miércoles, 8 de mayo de 2013

1ª BANDERA DE FALANGE DE PALENCIA



 Capitán de Infantería D. Lorenzo Ramírez Jiménez


La 1ª de Palencia se crea el 1 de enero de 1937 con las Centurias de la misma procedencia 4º, 5ª, 6ª y 10ª y lo que se venían llamando Falanges Especiales que  cubrían el frente por la zona de Aguilar de Campoo. Su primer comandante fue el Capitán de Infantería don Lorenzo Ramírez Jiménez que consiguió un gran espíritu combativo y de superación; el capitán Ramírez moriría más tarde encuadrado en la 6ª Bandera de la Legión.
A primeros de mayo la Bandera pasaría al sector de Bricia, norte de Burgos, a las órdenes del comandante de Caballería, don Casiano Velloso y Pérez Batallón. El día 5 ataca el Alto de los Pinos y se encuentra en campo abierto con el enemigo que también comenzaba un ataque. El choque en estas circustancias es brutal y tiene que emplearse la bayoneta y la bomba de mano. El comandante Velloso que marcha al frente de sus hombres cae acribillado resultando muerto. También muere el jefe de la 1ª Compañía, capitán de Infantería don Emeterio Martínez Cuadrado y es gravemente herido el jefe de la 2ª, capitán de Caballería don Rafael Pombo y Alonso Pesquera, que recibiría la Medalla Militar Individual y sería ascendido a General de División en 1964, ya fallecidtuvo que hacerse cargo. Un teniente se hace cargo de los restos de la unidad, retirándolos; 32 muertos y 90 heridos dan idea de la magnitud del combate. A ellos se sumarían otros 9 desaparecidos.



Esquela aniversario fallecimiento del General Pombo Alonso-Pesquera

A mediados de julio la unidad regresa a Aguilar de Campoo rompiendo el frente en Pomar de Valdivia un mes después. Ataca el Monte Bernorio, llega a Elecha y al día siguiente, 16, ocupa Santa Maria de Valdelomar, Cardeñosa y otros enclaves. El día 19 se concentra en Riaño y tres días después llega al Valle de Mena y Valmaseda. Desde aquí y encuadrada en la 3ª Brigada de Castilla atraviesa el Valle de Carranza y ocupa Ramales de la Victoria, pasando por Pando y Lanestosa y a las 15 horas del  30 de agosto llega a Santander.
El 7 de septiembre sería encuadrada en 3ª Agrupación de la 5ª Brigada de Navarra con la que haría la campaña de Asturias a partir del día 16 y, hasta casi la entrada en Gijón el día 23, la lucha fue continua lo que la convierte en una eficacísima unidad combatiente, ocupando Asiego, Rebolleda, Onís, Cangas de Onís, Arenas de Parres, Infiesto, Pola de Siero y Gijón, todo ello a costa de enormes bajas.
Con un carácter marcadamente ofensivo descansa durante el mes de noviembre pasando seguidamente al frente de Guadalajara y después al de Teurel en enero de 1938. De los objetivos fijados a la 5ª División navarra a la 1ª de Palencia le correspondió ocupar las cotas 1.177 y 1.165 del Alto de Las Celadas y posteriormente Las Pedrizas. Estas acciones comenzaron el día 17, partiendo de Cerro Gordo y alcanzando la primera de las cotas citadas a las 14,45 a costa de 36 bajas, 4 de ellas muertos. El 20 se tomaron Las Pedrizas tras un asalto sorpresa sin éxito, cediendo la defensa de la posición tras cinco intentos, lo que lleva a violentos ataques cuerpo a cuerpo hasta la total ocupación. El enemigo contraataca con intervención artillera sin éxito. El precio de la operación fue el de 147 bajas, 8 oficiales, 11 suboficiales y 128 falangistas. De estas bajas 25 fueron muertos. Es por esta acción por la que el comandante Pombo recibe la Medalla Militar Individual y la Bandera, la Colectiva en cuya concesión se relata cómo estas tropas cantaban el himno de Falange durante la refriega. Durante los días 21 y 22 llegan hasta las márgenes del Alfambra. En febrero actuarían en Sierra Palomera.
En marzo, con el comienzo de la ofensiva en Aragón, forma parte de las tropas que envuelven Belchite, ocupando el día 16 la estación de Caspe y entrando en la ciudad mártir al día siguiente junto a la 1ª de Navarra. Cruza el Ebro por Quinto y ocupa Mequinenza el 28 de marzo. Atraviesa el Cinca llegando a Serós y estableciendo posiciones en la margen izquierda del Segre el día 30. El 4 de abril ocupa Granja de Escarpe, ampliando la cabeza de puente y resistiendo contraataques. Participa en el asalto a la cota 1.466 en la sierra del Pobo. El 14 de mayo ataca el cerro de San Cristóbal y la cota 1.621 tomando como consecuencia Monteagudo del Castillo y Cedrillas completando la conquista del macizo del Pobo.
Con fuerte resistencia sufre muchas bajas durante el mes de junio llegando en julio a San Agustín, ocupando Puerto Palomar y rebasando Caudiel el día 20. El día 29 se recupera una posición perdida por un Batallón de Plasencia; en esta acción destacó el alférez provisional don Arturo Pérez Roldán que perdió la vida en esta acción y para el que se pidió la Militar Individual. También destacaron el sargento don Federico Sierra Muñoz y el enlace José Luis Iglesias Viejo.
La Bandera se mantendría a la defensiva en la sierra de Espadán hasta el 28 de noviembre, fecha en la que es trasladada al norte del Ebro. Partiendo de la cabeza de puente de Serós avanza hacia Pobla de Granadella donde ve el fin de año. En enero del 39 avanza  a través de Pobla de Ciérvoles el día 6, Esplugas de Francolí el 10, Lilla el 12 y Tarragona el 15, continuando por el Penedés y llegando a San Sadurní de Noya el 23 y a Barcelona el 26.
En febrero marcha por Figueras llegando el día 9 a las 12,30 horas al paso fronterizo de Le Perthus y en marzo ocupa sin resistencia el pueblo de Mora en el frente del Centro.
En la siguiente entrega el combate en los páramos de Bricia de la 1ª de Palencia en boca del General Sagardía, jefe de la Columna que contuvo los intentos rojos por caer sobre Burgos desde el norte.

Cruz en memoria de la 1ª Bandera de Falange de Palencia en el lugar del combate en el páramo de Bricia