lunes, 27 de febrero de 2012

LA IGLESIA ANTE EL ADVENIMIENTO DE LA REPUBLICA



La Iglesia maniobró con la misma prudencia y flexibilidad del Ejército al advenir la República. Ya, desde antes de advenir, la parte más alerta de nuestra Iglesia -los jesuitas- se mostraron tolerantes y hasta complacientes con un posible cambio de régimen. Creyendo así conjurar parte del peligro. Ese fue su engaño y su fracaso, pensar en un rápido "ralliement". Así como cualquier régimen que advenga al mundo habrá de contar siempre con un ejército, ya no es lo mismo en lom que se refiere a la iglesia. Todo lo más, un régimen revolucionario tendrá sus clérigos, pero nunca los tradicionales de un país. Una clerigalla laica y pedagógica. Ese fue el caso en España. La quema de conventos de 1931 significó la señal de ánimo religioso que traía la República. la separación de Iglesia y Estado, la expulsión de los Jesuitas, la exclusión católica en la enseñanza oficial, la supresión de periódicos confesionales y otros muchos más datos hubiesen bastado para que los representantes de nuestro catolicismo hubiesen adoptado otra táctica más heróica y ardorosa, más llena de fe y de martirio que la adoptada por periódicos católicos como El Debate y por políticos católicos como los de la minoría agraria. En vez de ocuparse en encender una guerra santa y desesperada, de engendrar santos y mártires, de ayudar a sus simpatizantes, se dedicaron al cauteloso juego de asentir, de colaborar y de evitar el mal menor, discutiendo siempre cuestiones económicas, electorales, temas a ras de tierra y no de cielo. Gil Robles fue el político que asumió esta directiva. Fundador de Acción Nacional (luego llamada por fuerza Acción Popular), puso sus miras en la creación de una especie de centro católico alemán de España (exótico esqueje), parlamentario, legalista y humanitario, aquí, donde se necesitaba un nuevo San Ignacio, un gran evangelio español que instaurase milicias de abnegados y de héroes, de misioneros espirituales cerca de las masas endemoniadas. justo es decir que su estricta tarea la cumplió a maravilla. Dotado de gran talento organizador, consiguió desarrollar un conjunto de núcleos importantes en la Península, que quedaron estrangulados al primer contratiempo, al primer complot...

...Pero el catolicismo español, si es y ha sido algo en la historia, ha sido y es justamente lo contrario: un sentimiento de genialida, de raza, de pasión, de pecados atroces y grandes arrepentimientos, de sensualidad y ascetismo. Algo antipuritano y antiprotestante y antifrígido por excelencia.


Ernesto Giménez Caballero. Manuel Azaña. (Profecías españolas)-1932

martes, 14 de febrero de 2012

GARCIA ATADELL. UN SOCIALISTA QUE NO SERA REIVINDICADO



Conocido es que Agapito García Atadell fue uno de los personajes más tenebrosos de la guerra civil y del Frente Popular. Destacado militante socialista encabezó la brigada más tristemente famosa de cuantas sembraron el terror en el Madrid rojo, la conocida como la brigada del amanecer por actuar principalmente de madrugada. Crímenes de todo tipo, asaltos, robos y asesinatos convirtieron al referido personaje en la pesadilla de los madrileños.

García Atadell era tipógrafo, originario de un pueblo de la provincia de Lugo, sabía que su profesión no colmaría su desatada ambición. Su labor agitadora en Madrid fue premiada con un puesto en la Secretaría de la Directiva Nacional en el Partido Socialista, por el que cobraba 850 pesetas al mes. A su vez, casó con una mujer rica de su pueblo de origen.

Originariamente se encarga de crear las milicias gallegas al comienzo de la Cruzada, donde traba relación con pedro Penabad, también paisano suyo. Posteriormente, y valiéndose de su amistad con Prieto, obtiene influencias y recomendaciones para comenzar tareas policíacas. Así comenzaría su andadura la tristemente célebre Brigada del amanecer bajo el mando de García Atadell y su lugarteniente Penabad.

Como pasado el tiempo hubo acumulado una gran fortuna fruto de sus robos crecieron los celos y malquerencias a su alrededor, por lo que decidió que salir del país sería lo mejor para él y, aprovechando un viaje a Santa Pola, escapó en un barco argentino hasta Marsella donde tras vender alguna de las joyas por valor de unos 80.000 francos preparó su viaje a América, el de su lugarteniente y sus esposas. Antes de salir, y habiendo pasado ya de héroe a villano para la República, sobornó a un periodista para que dieran noticias de su muerte a tiros en una calle de París y así borrar cualquier pista que pudiera conducir a él en el futuro.

Zarpa de Saint Nazaire en el buque Mexique con rumbo a La Habana; en el buque coincide con un sujeto de nombre Ernesto Ricort Vivó, natural de Barcelona, que subió al barco en una escala hecha en La Coruña, donde había recibido el encargo de vigilar los movimientos de dos sujetos al servicio del gobierno rojo y comunicar los resultados de su vigilancia a las autoridades de Las Palmas donde tenían que hacer otra escala. Ricort Vivó trabó amistad con Atadell y sus acompañantes, y llegados a la isla canaria y tras varias confusiones y malentendidos son todos ellos detenidos y llevados ante Consejo de Guerra que comenzó en Sevilla el 1 de julio de 1937, en la sala segunda de la Audiencia del Consejo de Guerra ordinario de la plaza.

Sobradamente probados los hechos por los que es juzgado, admitidos por el propio acusado y de los que se daba cumplida noticia en la prensa roja, no pueden ser cuantificados en su totalidad pero son suficientes para, a pesar de los escritos presentados por la defensa de parte de la Duquesa de Lerma así como de Doña María Rosa Urraca Pastor en descargo del acusado Ricort, condenar a García Atadell y a Penabad a la pena de muerte por delito de rebelión militar con el agravante de la enorme trascendencia de sus delitos, extraordinaria perversidad y gravísimo daño recibido por las personas y cosas fruto de sus actuaciones delictivas. A su vez se condenó a Ricord Vivó a la pena de 20 años de reclusión menor por delito de auxilio a la rebelión militar con los mismos agravantes que los anteriores. También se constata que en caso de indulto a los dos primeros se sustituiría por treinta años de reclusión mayor e inhabilitación durante ese tiempo. Se declara también la responsabilidad civil de los acusados en una cuantía que se fijaría en el momento en que pudiera ser determinada.

Es entonces cuando García Atadell renuncia a sus creencias políticas y abraza la fe católica. Hace una retractación pública de sus ataques a la Iglesia y sus ministros y escribe una carta a su antiguo amigo Indalecio Prieto donde le insta a rectificar su postura ante Dios, haciendo preces por su conversión.

Tras confesar y acompañado por los hermanos de la Paz y la Caridad, llegada la hora, se dirige al cadalso donde, tras besar las manos del sacerdote que le acompaña y pedir perdón por sus pecados por última vez, es ajusticiado por garrote vil.

No es por los robos ni los crímenes por lo que el socialismo de hoy no le reivindicará como víctima del franquismo, es por su conversión aparentemente sincera y su rechazo del socialismo.

Esa noche, mientras ondeaba la bandera de luto en la puerta de la cárcel, Queipo de Llano comenzaba su alocución radiofónica del siguiente modo:


"Hoy se ha cumplido la sentencia a que el Consejo de guerra condenó a García Atadell y a Pedro Penabad. Cualquiera que fueran los delitos que hubieran cometido estos dos reos, hay que reconocer que han muerto con la tranquilidad de hombres muy hombres y muy cristianos. Seguramente que estas últimas palabras llamarán la atención de tantos seres extraviados por los errores de los dirigentes marxistas. Ambos expresaron su arrepentimiento por el error a que les condujo una infame política, y marcharon hacia Dios, que les acogerá en su seno. Que Dios allí los tenga después de haberles perdonado..."



lunes, 6 de febrero de 2012

EL CLIMAX DEMOCRATICO SEGUN GARCIA SERRANO



Finalizamos aquí el acercamiento a la figura de García Serrano, al menos de momento, y lo hacemos con un texto que refleja magistralmente lo que siente una persona consecuente cuando ejerce eso que se llama la fiesta de la democracia, culminada con el orgasmo de depositar el papelito en la caja para, así, avalar los desmanes que los politicastros llevan a cabo segura y continuadamente. Y eso que en este caso la elección era por motivos sindicales y gremiales.


15 de octubre de 1975, miércoles


Siempre me levanto de buena mañana, tan de buena mañana que casi es de noche. Soy pájaro madrugador. Hoy lo he hecho como de costumbre, pero con pereza instintiva, yo que soy diligente. En el primer momento no sabía por qué, pero he tenido la misma sensación que si la gripe me hubiera agarrado de los pies a la cabeza. De todos modos, acaso por la fuerza del hábito, me he tirado de la cama y sin mirar siquiera con qué pie tocaba el suelo. ¡A mí supersticiones! He cumplido mis abluciones completas, polvos de talco incluídos, y a la hora de leer los periódicos he recordado que tenía que pecar. En tiempos, pecar me encantaba. Ahora, como uno no está en condiciones de pecar, semejantes deleites se le hacen a uno muy cuesta arriba. la santidad, a veces, es fatiga. pero hubiera pecado muy a gusto, según el habitual sentido que el español da a la palabra pecado; no, claro, al pensar que mi pecado iba a ser puramente ideológico. Nunca contra el espíritu.


Yo hice la guerra para no votar, igual que mis enemigos, único punto en el que hubiera podido basarse un acuerdo entre rojos y azules de no mediar la Iglesia española, que enredó bastante la cuestión. Pues hoy tengo que votar, cosa que me joroba. También ciriquiaron mucho en el asunto los más fervorosos totalitarios del bando nacional, que hoy son liberales esclarecidos, tanto que acusan a Riego de apostólico.caso es que, a pesar de haber ganado la guerra -si bien con la ayuda de Franco y algunos otros españoles-, hoy tengo que pasar por la humillación de ir a depositar mi meadita democrática en el vespasiano de la urna. Conservé mi virginidad, en punto a sufragio, hasta 1947, cuando aquel referéndum. No es que le haya tomado el gusto, pero como algunas esposas frígidas me resigno a que gocen los demás, aunque me irite física y espiritualmente el ejercicio de semejante coyunda.


He votado como miembro de la cosa esa de guionistas del Sindicato del Espactáculo. he votado como a las diez y veinte de la mañana, y desde ese mismo instante me siento con tiña, con sarna, con lepra, con ladillas, con purgaletas, con caparras, con abejorros en mis partes pudendas, con náuseas, con la infinita vergüenza de no haberle pegado una patada a la urna, con la sífilis de Olof Palme, con la sangre sucia del Licenciado (en presidio), con el microcerebro de los píos democristianos, con la peste de Gil Robles, con las bubas del sufragio, en fin, muerto de purrela y caca.


Hoy la tierra y los cielos se me cierran, hoy el alma se me vuelve col, hoy he visto la urna y he votado, hoy no creo ni en Dios.


(Con perdón, Señor)