viernes, 4 de febrero de 2011

MONUMENTO A LA MARINA DE CASTILLA (I)


Discurso pronunciado el 8 de julio de 1968 con motivo de la inauguración del monumento a la Marina de Castilla y al Indiano, erigido en Peña Cabarga por el Excmo. Sr. Almirante D. pedro Nieto Antúnez, Ministro de Marina.


"Excmos. señores, señoras, señores:

Todo lo que empieza a ser, todo lo que se inaugura, encierra en sí un claro símbolo de expectación, un prometedor embrión de contingencia, un elocuente anticipo de fecundas realidades futuras. Cuando, como en este caso ocurre, lo que nace participa más del espíritu, que lo anima, que de la materia que lo informa; cuando lo nuevo es más por el calor de lo que se expresa que por la frialdad pétrea sobre la que gravita su estructura ha de ver sin duda ante sí la expectación más ansiosa, la más esperanzadora de las posibilidades y realidades para el espíritu.

Este ágil y esbelto monumento que Santander levanta a la Marina de Castilla y al emigrante recordará en adelante a muchas generaciones de españoles y de hombres de mar extraños que surquen las infinitas aguas que yacen allá abajo de qué forma es real, y en muchos aspectos semejante, la respuesta vocacional a una llamada, que de la mar viene, de aquellos que sirven a una Marina y aquí se quedan de los que por diversas circustancias buscan vida nueva en ultramar. El marino de Castilla ayer y el marino de Castilla de hoy se dan a su profesión con la ilusión que les presta la convicción profunda de la perenne necesidad que Castilla tuvo y España tiene de disponer de hombres de mar. El emigrante, marino circustancial por necesidades vitales, llega a convencerse también, aunque quizás sin deliberada conciencia, de lo que el mar, vínculo, camino, medio, es y será para lo que él con su determinado sacrificio se ha decidido valientemente a ser.

La Marina de Castilla, cubriendo en su histórica y secular vigilancia en bien de las tierras la totalidad acimutal de su horizonte, miró con preferencia al norte y al oeste. El emigrante, al dar obligado el doloroso tirón que en lo material ha de desarraigarle del terruño, mira asímismo ansioso al mar que le tiende el septentrión y a las generosas tierras de ultramar que yacen lejanas a poniente, a esas ubérrimas glebas americanas en las que Castilla, Aragón y España dejaron los más fecundos de sus siglos, lo más joven de sus vidas y la parte más efectiva quizás de su corazón y su alma. De ahí que este pétreo símbolo con nombres de preclaros marinos montañeses en sus pilastras dé frente altivo al noroeste; que lance con la imaginación de quien lo contemple el luminoso haz de su faro hacia las tierras donde estuvo y está Castilla siempre y donde están y estarán hijos de España, y que proyecte hacia la mar su rampa rota, en melancólico deseo de facilitar la ida de los que parten hoy y en jubiloso intento, a la vez, de favorecer el regreso de los que con más años, sin juventud quizás, pero con más amor a lo que dejaron en su día, decidan regresar a lo que jamás dejará de ser suyo.

También es coincidencia feliz poder hacer que nazca este monumento en uno de los días de la Semana Naval de Santander, en uno de estos días escogidos por la Marina para llevar con más intensidad y con mayores deseos el mar a todos los españoles. Nada hay mejor para demostrar y convencer que las realidades que perpetúan los símbolos genuinamente elocuentes. Estas piedras han de atestiguar para siempre lo que el mar fue, lo que el mar ha de ser para Castilla y para España. Por eso quiero con mis palabras dejar pública constancia de la gratitud de la Marina a Santander y a sus hijos; del reconocimiento de la Armada hacia las tierras de la Montaña y hacia los montañeses que comprenden y aman al mar. Gracias por lo que ya está hecho; gracias por lo que haciendo estáis; gracias, en fin, por lo que sin descanso habréis de hacer.

Que estas piedras artísticas, que estas formas sugestivas y atrayentes, consagren la gran verdad del mar; que la simbólica luz de este faro ilumine las singladuras de los hijos de Castilla y de España que se decidan a horas o a vidas trasatlánticas; que los nombres en ellas esculpidos sean dinámico ejemplo para los jóvenes ávidos de aventuras marineras; que la apariencia que desde la mar norteña presenten sus líneas proyectadas contra el cielo peninsular brillante y azul recuerde al navegante de cualquier latitud la renaciente respuesta decidida de España y de los españoles a la llamada del mar que por fortuna está resonando de nuevo hace tiempo y nos convoca en común desde todos los rincones de la rosa de los vientos, y que, por último, nadie que hoy o mañana piense ante este monumento olvide lo que la Armada, Santander, Castilla, España entera, sus tierras y sus hombres debemos y deberemos siempre al mar que nos da la vida."