domingo, 21 de marzo de 2010

EL CAÑON DEL CERVERA


Voy a tratar un asunto anecdótico y curioso. Tras causar baja en la Armada Española el crucero Almirante Cervera, uno de sus montajes simples fue cedido al Ayuntamiento de Santander para su colocación en algún espacio público de la capital montañesa. Se trataba del apreciado Vickers de 152,4 mm y 50 calibres, piezas que también fueron construidas en Reinosa, aunque no esta en particular como veremos más adelante. Durante muchos años la pieza estuvo situada en el Parque de Mesones y formó parte del paisaje y la vida de los santanderinos durante 35 años sin que constasen brotes alérgicos o influencias sobre la salud mental de las personas. Con la llegada de “las libertades” sufrió alguna que otra agresión por parte de los tolerantes.
Posteriormente la izquierda retrógrada, resentida y trasnochada decidió que aún era posible ganar la guerra y descubrió el negocio revanchista, comenzando las campañas contra símbolos, calles y hechos históricos “franquistas” con el inapreciable apoyo de determinados catedráticos pesebreros de la Universidad de Cantabria entre los que destacaba el de Historia D. Carlos Dardé. El cañón era una de las piezas a cobrar, producía violencia a los santanderinos, ya se sabe. Por supuesto, el Ayuntamiento de Santander, ocupado por melifluos peperos no dudó en crear comisiones y subcomisiones para estudiar el asunto cediendo ante la minoría progre como ya es costumbre, procediendo a deshacerse del “violento artilugio”.
Afortunadamente se salvó de la destrucción ya que se hizo cargo de él la villa de Limpias en su pequeño pero maravilloso museo de la Armada Española, una auténtica joya. No por ello dejó de ser objetivo de las iras de los talibanes defensores de la libertad y la democracia. Hasta aquí su historia “ornamental”.
Aquí comenzamos a conocer la realidad histórica de los hechos, la que el trabajo de un historiador de verdad, de los que no cobran nómina del Estado, nos revela. D. Artemio Mortera, apasionado del ESTUDIO de la historia, en una visita al ya referido museo y tras superficial observación, consistente en leer los detalles de su fabricación estampados en su culata, comprende al instante que algo no encaja. El cañón del Cervera es el Vickers 2076A y número de orden 40 de la Sociedad Española de Construcción Naval de La Carraca, Cádiz, fabricado en 1929. Con estos datos que ofrece la propia pieza y el trabajo de investigación pertinente, como es exigible en cualquier profesional que se precie, llega a la conclusión de que la pieza no pudo pertenecer al crucero Cervera, habida cuenta que éste fue entregado con todo su armamento en 1928 y que se construyó para el crucero Miguel de Cervantes, que entró en servicio en 1930 y que hizo toda la guerra en el bando republicano, haciendo fuego no contra Santander, sino contra Ceuta, Melilla, Cádiz, Huelva o el puente de Deva en Guipúzcoa.
Tras la guerra fue sometido junto a otros buques a un proceso de modernización y sus piezas destinadas a artillería de costa; nuestra pieza fue destinada concretamente a Los Moriscos en Tenerife. Allí estuvieron hasta que fueron sustituidas por las piezas nuevas que se desmontaron del Cervera en 1965, tras su baja y que le habían sido instaladas después de la guerra y, a su vez, devueltas a la Armada, que entregó una de ellas junto con las placas del puente del Cervera, que ahora lucen en el cañón, y el montaje que, probablemente, sea el original del crucero nacional a la ciudad de Santander.
Tenemos, pues, a los talibanes pijo-progres pidiendo la destrucción de una pieza que prestó sus servicios para el Frente Popular, demostrando una vez más su supina ignorancia, falta de profesionalidad y bajeza de miras. Para los que amamos la historia, sin embargo, este detalle carece de importancia.

martes, 16 de marzo de 2010

MIGUEL CRESPO POO


Miguel Crespo Poo fue una más de las innumerables víctimas de la sinrazón, la vesania y la locura desatadas en La Montaña por parte de los representantes locales de las hordas asiáticas durante los trece meses de dominación roja felizmente terminada por obra y gracia del empuje nacional que falangistas, requetés, voluntarios italianos y soldados impulsaron hasta la victoria final. Miguel Crespo Poo es una más de las innumerables víctimas insultadas, despreciadas y humilladas por parte del mamarracho que está de inquilino en La Moncloa y las hienas, que a la sombra de su enfermizo afán de revancha, están haciendo un lucrativo negocio de la "Miseria histórica".

Miguel Crespo Poo era un joven de 15 años que fue detenido en septiembre de 1936 por el terrible crimen de ser cristiano o simpatizar con alguna de las organizaciones acusadas de ser desafectas al orden sovietizante establecido. Fue conducido a la checa de la calle del Sol, siniestro lugar donde el socialista Manuel Neila y sus secuaces campaban a sus anchas y decidían sobre la vida y la muerte como si de césares romanos se tratara. A diferencia de otros, Miguel no fue trasladado a ningún otro lugar para consumar su sacrificio, y murió como un mártir en la propia checa. Murió lentamente, a vergajazos, gritando ¡VIVA CRISTO REY! a cada golpe hasta que entregó su vida.

Su madre, doña Evangelina Poó Fernández de Crespo, recibió aviso de su detención por parte de un funcionario conocido afecto a la checa, presentándose en el fatídico lugar y pidiendo ver a su hijo; desgraciadamente solo llegó a tiempo de verle tirado en un rincón, cubierto de sangre y tapado su cuerpo con una manta y su cabeza con un saco, reconociéndole por los zapatos que ella misma le había comprado y que estaban al descubierto. Sin poder acercarse a su hijo fue empujada escaleras abajo por el ayudante del valiente Neila, el no menos valiente Castanedo, y posteriormente abofeteada hasta romperle la dentadura por el mismísimo criminal Neila.

En vano intentó al día siguiente reclamar el cadáver de su hijo pues ya se habían ocupado de hacerlo desaparecer lanzándolo a las frías aguas del cantábrico.

Así lo contaba Antonio Pérez Olaguer en su libro "El terror rojo en La Montaña" del que lo recogía textualmente Fernando de la Lama Ruiz Escajadillo en la suya, "Mártires de La Montaña" y, exctamente así me lo confirmó a mí una familiar directa del martirizado joven, que lo conoció de labios de su madre, Evangelina Poó Fernández de Crespo.

Ahora sólo falta, y no dudo que con el tiempo lo veremos, una rehabilitación pública de la figura de Manuel Neila Martín, el criminal más vil y sanguinario que conoció nuestra tierra, así como de sus colegas, Castanedo, Quijano y tantos otros desechos humanos que tan buena cabida tuvieron en el criminal Partido Socialista. Los de la famélica legión tienen cara para eso y mucho más. Mientras, se conformarán con ir saqueando el erario público en forma de subvenciónes.